El cuello debe estar elevado y arqueado, la cabeza vertical. El caballo debe permanecer ligero en la mano y la nuca flexible manteniendo un contacto ligero y suave pero sin perder la tensión de las riendas. El dorso del caballo se eleva y desciende en un movimiento flexible, cadenciado y armonioso.
El piafé debe estar siempre animado por una impulsión enérgica y caracterizado por un equilibrio perfecto. A la vez que da la impresión de estar en el sitio, debe existir siempre una tendencia visible a avanzar que se manifiesta por una ávida disposición del caballo a avanzar tan pronto como se le pida.
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